martes, 13 de noviembre de 2012

Equilibrio entre afectividad y efectividad



Les presento una pequeña cita extraída del libro Feeling and healing your emotions de Conrad Baars:

«Se puede decir que el “corazón” humano está compuesto de las emociones humanas y ennoblecido por la mente intuitiva. Y su “mente” es su razón, ayudada por sus emociones asertivas.
Un adecuado balance entre nuestro estado de “afectividad” (nuestra capacidad de ser afectados o movidos por nuestras emociones humanas) y nuestro estado de “efectividad” (el estar listos para pensar y actuar eficientemente) determina en gran medida nuestra integridad psíquica, nuestra madurez y nuestra libertad con respecto a disturbios psicológicos, espirituales y emocionales que nos incapaciten.»

Antes de seguir, hagamos algunas aclaraciones sobre los términos que usa el psiquiatra holandés, para poder comprender su frase. Cuando habla de emociones humanas, se refiere principalmente al amor, el deseo y la alegría e incluye también el odio, la aversión y la tristeza. En segundo lugar, la mente intuitiva es aquella capacidad humana mediante la cual se percibe de manera directa la verdad sin pasar por un proceso de razonamiento. La naturaleza, el arte y Dios son sus principales fuentes de conocimiento. Hasta allí las dos realidades que confluyen en el “corazón”. Las emociones asertivas, por su parte son principalmente aquellas que nos estimulan a hacer las cosas difíciles y nos dan energía para nuestras acciones. Entre ellas considera la esperanza, el miedo, la ira y el coraje. Y la razón es aquella encargada de procesar la información recibida por los sentidos y conocer mediante la abstracción y el proceso lógico. Emociones asertivas y razón confluyen en lo que denomina “mente”. Luego de estas breves definiciones, sugiero volver a leer la frase de Baars para comprenderla mejor.

En mi opinión, el equilibrio que sugiere Baars entre la afectividad y la efectividad es un interesante aporte para el desarrollo humano. No pocas veces en mi trabajo como asesor personal me he encontrado con personas que tienen una gran capacidad intelectual y son muy eficientes en lo que hacen, pero tienen un conocimiento, dominio y despliegue muy pobre de sus emociones y de sus afectos. El mundo del corazón les es un poco desconocido e inquietante. Como consecuencia suelen alejarse de él y afirmarse lo más posible en su razón y sus altas capacidades productivas. Las emociones asertivas no son un problema para ellos: suelen ser aguerridos y luchadores.  Pero el mundo de la amistad, de la contemplación de la belleza, de la compasión, de la sensibilidad ante los demás, de la reverencia ante el misterio y del amor gozoso hacia otra persona, son como campos minados o piso resbaladizo para ellos. Y ciertamente se les hace más difícil caminar hacia la felicidad y la plenitud personal.

El otro extremo tampoco es extraño: personas con alta sensibilidad interior, capaces de hacer muchos sacrificios por los demás, de alegrarse y sufrir, de querer y llorar, con una mente intuitiva muy desarrollada, pero con muy poca confianza en sí mismos y poca fuerza para lograr sus metas en la vida. El mundo del trabajo los asusta, los proyectos difíciles o duraderos se vuelven enemigos insufribles, los fracasos los aplastan y la vida termina siendo no pocas veces una cuesta que no pueden escalar.

Así que: ni atrofias ni hipertrofias.  La madurez humana se logra poco a poco con un adecuado y equilibrado crecimiento de todas las potencias y capacidades humanas. Y para que ello suceda es necesario atender y cultivar con esmero cada una de ellas, según las características de cada persona. Sólo un desarrollo humano integral puede ser un desarrollo humano auténtico. 

Gabriel Pereyra.

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