El otro día me topé con una antigua
fábula que me hizo pensar. Aquí se las cuento…
Cierto día un ganso de esos que andan con
el cuello bien levantado y buscan tener todas las plumas acomodadas estaba haciendo
su típico paseo matutino por la granja. Sus patas cortas no le permitían
caminar con mucha elegancia ni rapidez, pero a él poco le importaba. Avanzaba erguido
y con paso casi marcial, abriendo las alas de vez en cuando haciendo ademán de
emprender el vuelo. Cuando llegó a la pequeña laguna donde la familia de los
patos pasaba casi todo el día, se zambulló con mucha distinción y aprovechó
para conversar desde el agua con tres ovejas a quienes les encantaba ese pasto largo
y fresco que crece en los límites de los lagos. Estaba en esta amena
conversación cuando de pronto vino el caballo a beber un poco de agua. Saludó a
todos con circunspección y terminado su oficio emprendió su camino de regreso.
El ganso salió rápidamente del agua y le
dijo:
“Orestes” –que así le había puesto su
amo- “hace tiempo te quería comentar algo”.
“Dime”, respondió.
“¿Te has dado cuenta que yo puedo caminar
y correr por la tierra, puedo nadar en el agua y también puedo volar por los
aires? Puedo habitar en los tres espacios y así evitar muchos peligros y
divertirme muchísimo. En cambio tú… pobre… sólo puedes estar en la tierra”.
Orestes, que ya conocía al ganso desde que
salió del cascarón y estaba acostumbrado a sus impertinencias, le dijo
calmadamente: “Es verdad mi querido ganso. Pero también es verdad que tú no
puedes nadar tan rápido como un pez, ni tienes en el agua la habilidad de un
delfín, ni la gracia de un cisne. Tampoco puedes volar tan alto como un cóndor,
ni tan rápido como un águila, ni tan lejos como un albatros. Y en la tierra te
mueves con dificultad. El perro más pequeño te gana en velocidad y hasta las
ovejas caminan con más armonía que tú. En cambio yo, que sólo puedo vivir en la
tierra, mira con qué gracia me muevo. No
tengo alas, pero con estas piernas puedo correr muy rápido y con mi fuerza
puedo arrastrar muchísimo peso. Soy el animal preferido para transportar a los
amos y también el más grande y brioso de toda la granja. Así que prefiero ser
un caballo y habitar solo en la tierra que ser un ganso en tierra, agua y cielo”.
Esta pequeña fábula nos evidencia que tu
desarrollo personal pasa por descubrir cuáles son los dones y capacidades que
has de desplegar. Y una vez hecho eso, dedicarte con esmero a hacerlos crecer y
fructificar. Es mejor concentrar tus esfuerzos en desarrollar tus fortalezas -por
más que sean pocas- que dispersarte en muchas opciones y no llegar a ser bueno
en ninguna.
Te dejo unas preguntas:
¿Conoces cuáles son tus principales dones
y capacidades?
¿Qué estás haciendo por desplegarlos?
¿Cómo te pueden ayudar a ser feliz y a hacer feliz a los otros?
¿Cómo te pueden ayudar a ser feliz y a hacer feliz a los otros?
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