jueves, 29 de noviembre de 2012

Alaska y la búsqueda de la felicidad





Hace veinte años murió un joven llamado Christopher McCandless y hoy en día se ha convertido en un ícono para muchos en Estados Unidos. Christopher terminó la universidad con un profundo vacío interior. Estaba hastiado de la superficialidad, del materialismo,  de lo falso e inauténtico de muchas personas, y buscaba una vida con sentido, una vida libre y feliz. Así que decidió donar sus ahorros de 24 mil dólares, desligarse de todos y de todo y, sin avisarle a nadie, emprender un viaje como mochilero hasta Alaska donde viviría alejado de la sociedad y en armonía con la naturaleza. Y así lo hizo. Llegó a Alaska y vivió unos meses solo, apartado de todo y rodeado de un paisaje hermosísimo. Pero al cabo de un tiempo de cuestionamientos y reflexión, se dio cuenta de que ahí no estaba la felicidad ni el sentido de su vida y decidió regresar. Lamentablemente sus planes se vieron frustrados.  Ya era primavera y la gruesa capa de hielo que había cubierto el río en invierno, se había derretido. El río era ahora demasiado caudaloso y era imposible cruzarlo. Así que tuvo que regresar al autobús abandonado que le había servido de refugio durante los meses anteriores y esperar y esperar... Sin mapa, ni alimentos, ni entrenamiento de supervivencia, Chris murió de inanición. El 6 de septiembre de 1992, dos excursionistas y un grupo de cazadores de alces encontraron esta nota en la puerta del autobús: «S.O.S., necesito su ayuda. Estoy herido, cerca de morir, y demasiado débil para hacer una caminata. Estoy completamente solo, no es ningún chiste. En el nombre de Dios, por favor permanezcan aquí para salvarme. Estoy recolectando bayas cerca de aquí y volveré esta tarde. Gracias, Chris McCandless. Agosto ?». Los cazadores entraron al autobús y lo encontraron muerto  en su bolsa de dormir, con apenas 30 kilos de peso. Llevaba muerto más de dos semanas. 



  
¿Qué impulsó a Chris a hacer ese viaje hasta Alaska? ¿Qué lo movió a vivir solo en medio de la naturaleza? ¿Un simple deseo de aventura? ¿El querer desligarse de todo y fugar del mundo? Según lo que escribió en su diario personal, fue algo mucho más profundo. Christopher estaba buscando un sentido auténtico para su vida, una vida coherente con sus anhelos más profundos. Estaba buscando la felicidad. Y la buscó a un altísimo precio.

A veces el ritmo agitado de la vida, las necesidades económicas, las presiones sociales, ciertos paradigmas superficiales y algunas exigencias autoimpuestas nos van llevando a no escuchar el deseo interior por ser felices. En vez de ser el motor que nos impulsa, la búsqueda de la felicidad queda relegada a un bonito ideal que tal vez algún día se pueda atender. Poco a poco se va disociando la vida cotidiana de la búsqueda de la felicidad. Y tarde o temprano esta opción se paga con altas cuotas de frustración, vacío interior y sinsentido.

Creo que no es difícil coincidir en que la búsqueda de la felicidad es una tarea personal de gran importancia. El asunto es cómo estamos cumpliendo esa tarea. Tal vez un buen punto de inicio es armarse de valor y en un momento de silencio interior preguntarse con sinceridad: ¿Cuán feliz soy? ¿Qué estoy haciendo con mi vida? ¿Cómo puedo ser más feliz?

Cristopher McCandless sugirió en una de sus últimas notas que no es necesario irse a Alaska para encontrar la felicidad… Tal vez el camino esté más cerca de lo que se piensa. En todo caso, está claro que si se quiere encontrar algo hay que tomar la decisión de empezar a buscarlo. Ése es el primer paso.


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